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30.º aniversário da adesão de Portugal às Comunidades Europeias
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INTERVENÇÕES

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Discurso del Presidente de La República ante el Pleno del Congreso de España
Madrid, 26 de septiembre 2006

Señor Presidente,
Señoras y Señores Diputados y Senadores,
Señoras y Señores,

Quisiera empezar por agradecer, en nombre del pueblo portugués y en el mío propio, las amables palabras que el Excelentísimo Señor Presidente acaba de pronunciar. Y permítame que agradezca, por medio del Sr. Presidente, a esta ilustre Casa la invitación que me ha dirigido y que tanto me honra. Veo en ese gesto, más que una distinción personal, la expresión del carácter singular de las relaciones que nos unen a españoles y portugueses.

Al saludar esta Cámara, es a España a quien rindo mi tributo. A la España de la grandeza histórica, del presente vibrante, del futuro prometedor. A la España plural y diversa, abierta y tolerante. A la España que, ante la adversidad, no se deja vencer por el desánimo ni se acobarda ante el chantaje, y que nos ofrece el ejemplo de un pueblo que cree que el camino se hace andando.

Lo hago en nombre de Portugal, de los casi novecientos años que hacen de mi Patria una de las naciones más antiguas de nuestro continente. Una nación que con Uds. repartió mundos, compartió soberanos, hizo la guerra y celebró la paz; que con Uds. se asume, hoy día, como socio de una Europa que ambos hemos ayudado a construir para proyectar un futuro mejor.

Excelencias,

Hace veinte años habría sido difícil para un observador externo creer que las cifras que hacían referencia a las relaciones entre España y Portugal se referían a dos países vecinos. El camino que hemos recorrido desde entonces es, sin ninguna duda, notable. Y todos hemos ganado con ello.
El mayor cambio se lo debemos a la consolidación de la democracia y la posterior adhesión de nuestros países a la Unión Europea. Señor Presidente, como profundo conocedor de las materias europeas, negociador de la adhesión española y, posteriormente, Miembro de la Comisión Europea – que llegó a presidir en un período especialmente sensible –ha sido un observador privilegiado de lo que acabo de decir.

Ya en 1986, tuve el honor de poder participar en el origen de las Cumbres luso-españolas, con el entonces Presidente del Gobierno de España y amigo, Felipe González. Una España que ya en 1980 ocupaba la quinta posición entre los socios comerciales portugueses, que subió al tercer lugar en 1988, y después al primero, desde 1994.

Y Portugal es actualmente el cuarto mayor inversor, el tercer mayor cliente y el octavo mayor proveedor de España. España exporta a Portugal más que a toda Asia, que a toda Latino América, que a toda América del Norte, o incluso más que al conjunto de los nuevos miembros de la Unión Europea. El número de empresas españolas en Portugal y de portuguesas en España, se ha incrementado exponencialmente y, gracias a este desarrollo, se han celebrado importantes acuerdos de colaboración luso-españoles con dimensión internacional.

Pero el progreso en nuestras relaciones no se queda sólo en las cifras de los intercambios comerciales y de la inversión. Abarca muchos más sectores, desde la cooperación administrativa y transfronteriza, al medio ambiente, la ciencia e investigación tecnológica, la cultura, la educación, el turismo y muchas otras.

En síntesis, actualmente nos conocemos mejor, mucho mejor. Y trabajamos mucho más en conjunto, mucho más que en el pasado.

Esta evolución ha tenido implicaciones de enorme relevancia. Socios en la UE, España y Portugal se han dado cuenta, más que nunca, de lo mucho que les acerca, sea por razones geográficas, sea en sus ambiciones de desarrollo, y han pasado a apostar cada vez más por la concertación de posiciones. Dicha concertación en el marco comunitario ha contribuido igualmente, y quisiera subrayarlo, a la resolución de temas difíciles del foro bilateral. Se han estrechado las relaciones institucionales y personales y se han creado nuevas afinidades en un clima de confianza nuevo y estable y de reconocimiento mutuo.

Señor Presidente,
Excelencias,

Lógicamente que no todo está hecho en las relaciones entre nuestros dos países. La realidad de cada día nos muestra que siguen persistiendo algunos obstáculos y, a veces, incluso incomprensiones. Incluso en las relaciones económicas, donde tanto se ha logrado, se han constatado, tanto aquí como allí, quejas de tratamientos diferenciados o de medidas de carácter proteccionista.

La conclusión es sencilla: mediante el diálogo y el trabajo conjunto debemos identificar y superar las dificultades e intentar sacar el máximo partido del inmenso potencial de oportunidades que encierran las relaciones España-Portugal.

Señor Presidente,
Excelencias,

Es muy común subrayar las ventajas para España y Portugal del proceso de integración europea. Son obvias. Pero tampoco deja de ser menos verdad que la Unión Europea también se ha beneficiado mucho de la adhesión de nuestros dos países.

Nuestro conocimiento y las estrechas relaciones con Latino América, África, los países de la zona mediterránea e incluso con Asia, han sido instrumentales para la proyección exterior de la UE. El éxito de nuestra adhesión constituye un ejemplo para las ampliaciones posteriores y ha consolidado la imagen de la Unión Europea como un espacio de progreso económico y social.

España y Portugal realizaron el mercado único europeo, integraron desde el primer momento la Unión Económica y Monetaria y estuvieron en la línea de frente de Schengen para la libre circulación de personas.

Nuestro empeño en el proceso de integración ha estado en el origen de iniciativas como, por ejemplo, la Estrategia de Lisboa, que se han transformado en marcos de referencia para el futuro desarrollo de la Unión Europea.

La Unión Europea enfrenta hoy nuevas dificultades, algunas ligadas, paradójicamente, a la gestión de su éxito. Las áreas de responsabilidad se han incrementado, el número de Estados Miembros ha crecido, las expectativas de los ciudadanos son cada vez mayores. Nunca como hoy es tan primordial el empeño activo de todos los Estados miembros. España y Portugal, estoy seguro, sabrán responder a los nuevos retos.

Responder, proponiendo, apoyando y promoviendo medidas que vayan al encuentro de las preocupaciones de los ciudadanos. Nuestros ciudadanos no nos piden menos Europa. Nos piden más y mejor Europa. Que no tengamos ilusiones: no convenceremos a los europeos de las ventajas de los nuevos mecanismos institucionales, si no mostramos que éstos sirven un propósito que supera a la medida del poder de cada uno. La Unión Europea tiene que ser vista como un valor añadido en la lucha por una mayor seguridad, mejores condiciones de vida y más cohesión económica y social.

Estoy seguro de que España y Portugal sabrán también rechazar el miedo a la globalización, que tiene como resultado paralizar la capacidad de iniciativa. Decía Ortega y Gasset, con una actualidad que nos asombra, “que ahora se va a ver si los europeos son también hijos de Lot y se obstinan en hacer historia con la cabeza vuelta hacia atrás”, añadiendo, en otro contexto, que “es preciso que el yo encuentre un mundo radicalmente distinto de él y que salga, fuera de sí, a ese mundo”.

Responder, repito, contribuyendo también a que Europa se abra hacia el mundo, se afirme en el mundo, de una forma cada vez más concertada. No nos hagamos ilusiones ya que la opción del “cada uno por su cuenta” – sea quien sea ese cada uno– sólo podrá conducir Europa a un destino menor, al destino de la irrelevancia.

Importa subrayar que el reto global no puede hacernos olvidar la responsabilidad colectiva que tenemos con todos aquellos que quedan excluidos del proceso de crecimiento económico. No hay verdadero progreso si no hay justicia y solidaridad.

Estoy convencido que España y Portugal sabrán estar siempre en la primera línea de combate por los valores que deberán ancorar la profundización de la integración europea: la democracia, el respeto de los derechos individuales, la diversidad, la solidaridad, la subsidiaridad y la proporcionalidad. Hablar de solidaridad es hablar de cohesión social. Pero no es solamente eso. Importa recordar que el control de la inmigración clandestina no es sólo un problema español, es un problema europeo, que exige una respuesta europea.

Queda menos de un año para que Portugal asuma por tercera vez la Presidencia del Consejo de la Unión Europea. Confío que todo se hará para que se repita el ejemplo exitoso que constituyeron las dos primeras presidencias. Contamos, lógicamente, con el apoyo de España.

Señor Presidente,
Excelencias,

Todo lo que he referido anteriormente lleva implícito el rol insubstituible de los Parlamentos nacionales.

Todos reconocemos la necesidad urgente de que la Unión Europea se acerque a los ciudadanos. Como representantes suyos, los Parlamentos nacionales desempeñan un rol activo y substancial en la profundización de dicha relación.

Eso era lo que se preveía en el texto constitucional, aunque de una forma no tan ambiciosa como algunos hubiesen deseado. Con o sin Tratado, hay que sacar partido de la extraordinaria aportación que los Parlamentos pueden proporcionar al proyecto de integración europea. Recientemente, Portugal ha aprobado una legislación en ese sentido y espero sinceramente que eso nos pueda ayudar a garantizar un mayor grado de democratización en las discusiones sobre temas europeos.

En esta primera Visita de Estado a España, me acompaña una delegación de Representantes de la Asamblea de la República Portuguesa. Un signo de cooperación institucional que he defendido desde el inicio. La presencia de esta delegación constituye también una oportunidad para el refuerzo de la cooperación parlamentaría bilateral que viene desarrollándose en las últimas décadas.

Señor Presidente,
Excelencias,

Como referí ayer, en la cena que SM el Rey tuvo la amabilidad de ofrecernos, nada de lo que ocurre hoy en Portugal es irrelevante para España, como nada de lo que ocurre en España es irrelevante para Portugal. En especial lo que ocurre en esta Cámara, que con tanta gentileza me ha querido acoger y cuya actividad sigo con especial interés.

Me enorgullece que las relaciones entre España y Portugal estén hoy marcadas por la confianza, la solidaridad, el respeto y la igualdad, independientemente del color político de sus respectivos Gobiernos.

El mantenimiento de estos valores permitirá, estoy seguro de ello, plantear acuerdos de colaboración nuevos y más ambiciosos, que permitan defender mejor nuestros intereses específicos y sacar partido de la realidad del mundo de hoy.

Estoy seguro de que sabremos, unos y otros, estar a la altura de las oportunidades.

Muchas gracias

© Presidência da República Portuguesa - ARQUIVO - Aníbal Cavaco Silva - 2006-2016

Acedeu ao arquivo da Página Oficial da Presidência da República entre 9 de março de 2006 e 9 de março de 2016.

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