Señor Alcalde, Don Francisco Fernández
Respetados Señoras y Señores
Quiero agradecer, conmovido, las amables palabras que me ha dirigido y expresarle mi profundo reconocimiento a Usted y a todos los miembros del Ayuntamiento por la concesión de la medalla de Oro de la ciudad de León, una distinción que me honra muchísimo.
En una batalla entre fuerzas portuguesas y leonesas, en el lejano año 1169, el tantas veces victorioso rey D. Afonso Henriques fue herido en la contienda, habiendo caído prisionero de su yerno, D. Fernando II de León. Sostiene el cronista que D. Fernando, antes de liberarlo, trató condignamente a su real suegro: “dispuso que le curaran la pierna y lo sentó junto a él y le hizo muchos honores.”
Esto que se afirma es histórico. Pero también existe la Leyenda. Narran las crónicas portuguesas y leonesas del siglo XIII que D. Afonso Henriques habría obtenido la libertad de D. Fernando a cambio de la promesa de volver en cuanto sus heridas no le impidiesen montar a caballo. Entonces, para no tener que regresar a León, D. Afonso Henriques habría decidido no montar a caballo nunca más hasta el fin de su vida.
Casi ochocientos cuarenta años después, el Jefe de Estado de Portugal viene a León. Viene con amistad y es recibido como amigo. Permítame, Señor Alcalde, que le agradezca y, en su persona, a todo el pueblo de León, por la extraordinaria y fraterna hospitalidad con la que he sido recibido.
Tenemos Historia en común. Sabemos que Portugal es un Estado de la Reconquista y que su formación se relaciona con las luchas dinásticas entre los sucesores de Alfonso VI de León. Compartimos una memoria cuya referencia fundamental es el territorio. La continuidad de los paisajes se refuerza por la semejanza en los modos de vida.
En la época de sus orígenes, la frontera era un espacio de encuentro, no era una barrera. Después, el proceso de afirmación de los Estados determinó que la frontera fuese un marco que limita y separa. Una línea de defensa contra todo lo que viene de fuera. Se construyó el desencuentro y, con él, creció la ignorancia mutua. Pero en las últimas décadas las cosas han cambiado profundamente. Nuestra frontera hoy vuelve a ser una zona privilegiada de encuentro, un lugar de comunicación entre los pueblos. En gran medida, porque existe la Unión Europea.
Importa aquí recordar el notable espíritu europeo que esta región manifestó desde muy pronto. En una Península que se cerró a Europa, el Reino de León destacó al principio del segundo milenio por su apertura a las influencias que llegaban desde Europa, más allá de los Pirineos.
Hoy en día son muy conocidas las señales de este precoz espíritu europeo. El Camino de Santiago, transformado en un espacio de encuentro de todos los peregrinos europeos, el gótico, que hoy contemplamos en la magnífica Catedral de León, la universidad de Salamanca, creada en 1218.
En este proceso medieval de europeización del Reino de León destacaré dos factores que fueron esenciales para la independencia de Portugal. En primer lugar, la presencia e influencia de la Orden de Cluny entre los monarcas leoneses, a la que se debió que Henrique de Borgoña, padre de D. Afonso Henriques, nuestro primer rey viniese al noroeste peninsular.
En segundo lugar, la aceptación en el Reino de León de los valores de la reforma gregoriana, que pugnaba por la superioridad del poder espiritual sobre el poder temporal y que explica la hábil estrategia diplomática de D. Afonso Henriques. La presencia del legado papal en la Conferencia de Zamora, en 1143, permitió que aquello que de otro modo sería un acto de sujeción de un señor feudal a su rey, se transformase, ante el representante de la Iglesia, en un acuerdo entre iguales sancionado por el poder espiritual.
Esta apertura al espíritu europeo, que dictó las condiciones culturales y políticas que nos permitieron seguir nuestro propio camino, contribuye, en el presente, a acercarnos. El proceso de construcción europea creó oportunidades para el redescubrimiento mutuo. Promovió nuevas dinámicas territoriales. Alteró la geografía y está cambiando las mentalidades. Advierto, por ejemplo, la presencia en León de muchos trabajadores portugueses que aquí se sienten bienvenidos. Portugueses y leoneses pensamos también como europeos. Europa es nuestro espacio común.
Aún deben darse muchos pasos. Por ejemplo, me gustaría que la realidad del Portugal de hoy fuese más conocida en este país. Por nuestra parte tendremos que reconocer la diversidad de España y aprender a relacionarnos con ella.
Señor Alcalde
He encontrado en León una comunidad moderna y emprendedora, orgullosa de su Historia, pero mirando al futuro. Una comunidad con la que queremos estrechar los lazos seculares que nos unen.
Permítanme que termine recurriendo a una canción tradicional leonesa, un cantar de siega, titulado “Por los Pueblos”:
“Sale del alma
el amor que tengo;
sale del alma.
Sale del alma,
Si del alma no sale,
No vale nada.”
Del alma es de donde salen la amistad y el reconocimiento que siento por esta ciudad y por esta comunidad.
Muchas gracias
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