Quiero, antes de nada, felicitar a los organizadores de esta edición del Fórum Empresarial Iberoamericano por el excelente programa que han preparado y saludar a todos los participantes que, con su presencia, han querido contribuir para la reflexión sobre algunos de los temas principales que desde mañana, estarán en debate en la Cumbre Iberoamericana de Estoril.
Veo, con satisfacción, que todos reconocen la importancia de la innovación empresarial en nuestros días, y más aún, de su papel en el marco de una estrategia de desarrollo capaz de sostener ciclos prolongados de crecimiento económico y prosperidad social.
La gestión de la presente crisis económica y financiera no nos debe hacer olvidar, más bien al contrario, los desafíos que una economia global supone para la afirmación del crecimiento de nuestras empresas, especialmente las de dimensiones pequeñas y medias.
Es sabido que la situación coyuntural de las economías, así como la caída del comercio internacional, fruto de una crisis que ha arrastrado a todo el mundo, tienden a condicionar los niveles de inversión en innovación.
Es igualmente conocido, que la mejor forma de suavizar el impacto de fluctuaciones coyunturales consiste en apostar fuertemente en la resolución de las debilidades estructurales de las empresas. Esta apuesta tiene que apoyarse en la innovación.
La innovación es, cada vez más, un sistema abierto que coloca las empresas en el centro de un proceso de transformación del conocimiento en nuevos factores de competitividad.
Un proceso que se desarrolla a partir de redes de conocimiento y de competencia, muchas de las cuales situadas en el exterior de las propias empresas y donde las inversiones son con frecuencia compartidas con organizaciones de la competencia.
El éxito de las empresas depende, por lo tanto, de la capacidad de acceder y aplicar ese conocimiento dándole expresión material a través de nuevos productos y servicios, menores costes operativos, mejores prácticas de relacionamiento con los clientes y mayor creación de empleos en sectores de elevada intensidad tecnológica. Es justamente esa capacidad, vital para el futuro de nuestras economías, que queremos ver robustecida y ampliada.
Uno de los grandes desafíos que creo sea común a la generalidad de la economías de la Comunidad Iberoamericana, será el de incorporar a las actuales estructuras productivas una mayor intensidad de conocimiento.
Este es un reto que requiere no sólo a los sectores de mayor coeficiente tecnológico, sino también, y quizá especialmente, los sectores llamados tradicionales. La innovación es de hecho, como un designio central a todas las actividades económicas.
En esta perspectiva, llamaría la atención para tres aspectos que me parecen fundamentales.
El primero se refiere a la profundización de las interconexiones. Esto significa que las empresas tienen que conocer mejor cuales son y donde están las competencias de los diversos agentes dedicados a generar conocimiento y tecnología. Por ello la necesidad –y el interés– de que las empresas participen, cada vez más, en procesos de aprendizaje y de interacción potenciando el papel y la utilidad de las universidades y aprovechando su oferta de conocimiento.
Por eso veo, en la profundización del espacio de innovación de las naciones iberoamericanas, una oportunidad sin par para que reforcemos la productividad y la competitividad de nuestras empresas. Es posible y deseable intensificar la cooperación entre los actores de los diferentes sistemas de innovación de nuestros países, especialmente entre las empresas y las universidades.
Esto me lleva a un segundo subrayado: hay que animar a las empresas para que asuman más decididamente un papel central en el sistema de innovación. No hay dudas de que el interés en la búsqueda de nuevas soluciones tecnológicas por parte de las empresas, constituirá siempre, el propulsor más eficiente de cualquier sistema de innovación.
El tercer y último aspecto se refiere al carácter polifacético y amplio de la innovación empresarial. Las empresas, incluso las menos capacitadas de innovar tecnológicamente, pueden ser también vehículos de innovación en sus actividades organizativas, comerciales, de “marketing” y hasta en sus relaciones con la comunidad en la que se integran. El éxito de las empresas depende no sólo de sus competencias en el proceso de creación de valor, sino también y de manera cada vez más significativa, de la capacidad de hacer llegar sus productos y servicios a mercados globales.
Señoras y Señores,
El advenimiento global de la sociedad del conocimiento está desdibujando las fronteras físicas, culturales y políticas que tradicionalmente separaban las empresas, los centros de saber y las instituciones del Estado.
Asistimos a un surgimiento de nuevos Espacios del Conocimiento en los cuales se configuran las relaciones del futuro.
Mis deseos de que la geografía de las naciones iberoamericanas pueda constituir uno de esos Espacios de Conocimiento y que las empresas innovadoras de nuestros países asuman un papel activo y fructífero en su profundización y consolidación.
Muito obrigado.