Discurso del Presidente de la República con ocasión de la Gala ofrecida por los Reyes de España
Madrid, 25 de septiembre de 2006

Enhorabuena, Majestades
Enhorabuena, Altezas
Enhorabuena, España

Es una enorme satisfacción, para mi esposa y para mí, que nuestra visita quede asociada a un acontecimiento tan feliz para España.

En primer lugar, quisiera agradecer las palabras de Su Majestad, que tanto me han sensibilizado y que tan bien demuestran la consideración y el afecto que Portugal le merece y que, como Su Majestad sabe, es recíproco. Quisiera, asimismo, expresar el profundo reconocimiento de mi mujer y el mío propio, por la invitación de Su Majestad para visitar España y por la forma especialmente calurosa con la que hemos sido recibidos.

La visita que inicio hoy es la primera Visita de Estado que realizo desde mi toma de posesión el pasado mes de marzo. He querido que así fuese, en nombre de todo lo que nos une – Historia, cultura, relaciones económicas y cooperación, pero también por la fuerza y complicidad de los afectos.

Portugal tiene en Su Majestad a un caluroso amigo, que conoce bien las tierras y las gentes lusitanas.

Además, no puedo dejar de recordar la sorpresa de algunos cuando, en 1988, Su Majestad profirió, en un portugués fluido, la que fue la primera alocución de un monarca español ante la Asamblea de la República.

Es bien conocida la estima que Su Majestad siente por el pueblo portugués. Un pueblo, que, como sabéis, siente por Sus Majestades y por toda la Casa Real Española un genuino cariño y una simpatía muy especial.

Una simpatía que se extiende a SSAARR los Príncipes de Asturias, que espero puedan visitar frecuentemente mi país y conocer de cerca el pueblo y la cultura portuguesa. Pueblo de quien SAR el Conde de Barcelona, decía, de una forma que todavía hoy nos emociona, que su “mayor mérito es la mayor dignidad con la que se presentan en el mundo de hoy, sus valores espirituales y su fuerte personalidad”.

En mi Visita a España tendremos la oportunidad, mi mujer y yo, de visitar Asturias. Será la primera Comunidad Autónoma española que visitaré como Presidente de la República Portuguesa. Si bien es verdad que allí se encuentra lo que hoy representa la mayor inversión portuguesa en tierras de España, no escondo que esta decisión comenzó a tomar forma cuando, un día antes de mi posesión, recibí, en Lisboa, la visita de SAR el Príncipe Felipe, que me traía, en mano, la invitación de Su Majestad. Visitar Asturias supone visitar el Principado de Don Felipe y la tierra de origen de Doña Letizia. Y debo subrayar, una vez más, la fuerza y la proyección de los afectos que unen a nuestros países y que son el activo más importante de nuestras relaciones bilaterales.

Majestades,

La década de los 70 del siglo pasado quedará en la Historia de nuestros dos países como el período de las transiciones democráticas y de una renovada apertura hacia Europa y el mundo.

La Historia de ese período y de lo mucho que España ha ido conquistando desde entonces estará para siempre ligada al nombre y a la figura de Su Majestad. Los de mi generación recordarán siempre el momento en el que la intervención de Su Majestad garantizó a España la consolidación de su joven democracia en la paz y en la tolerancia. Todos, mayores y más jóvenes, sabemos como la acción y el sentido de Estado de Su Majestad han ayudado a España a afirmarse como potencia económica y política de proyección mundial.

La consolidación de la democracia en España y Portugal, y nuestro ingreso simultáneo en la Unión Europea, han constituido un marco a partir del cual nuestras relaciones bilaterales cambiarían profundamente.

De las antiguas desconfianzas, motivadas por encima de todo por el desconocimiento mutuo – es bien conocida la imagen de dos países vecinos dándose la espalda – hemos pasado a una relación de diálogo y cooperación permanentes, así como a la defensa conjunta de intereses comunes.

En 1986 nacían las Cumbres hispano-lusas, un escenario único para el diálogo, la concertación de posiciones y la promoción de intereses comunes. Todavía hoy, nuestra relación bilateral se asienta, en larga medida, en estas Cumbres de alto nivel, que han permitido que el diálogo y la cooperación se extendiesen a los más diversos sectores de la actuación pública y privada.

Desde la cultura a la ciencia e investigación, desde el turismo a la cooperación transfronteriza, desde la gestión de los recursos hídricos a la cooperación energética, desde los intensos intercambios comerciales al gran volumen de inversión, España y Portugal están hoy unidos por un denso conjunto de mecanismos de cooperación y diálogo, además de proyectos e intereses comunes, que se reflejan, con una ventaja mutua, en la concertación de posiciones en las instituciones internacionales de las que formamos parte, en especial en la Unión Europea y en la Alianza Atlántica.

A este reforzado nivel de entendimiento y confianza mucho ha contribuido Su Majestad, por el conocimiento profundo que tiene de Portugal y de los portugueses. Sé, por experiencia propia, cómo fue determinante la intervención de Su Majestad – lejos de los proyectores, como lo exigía la situación – para que diversas y sensibles dificultades fuesen superadas.

Tenemos hoy dos países vecinos que han aprendido a conocerse y a respetarse y que han construido una importante red de interdependencias.

Sin querer extenderme con estadísticas y una enumeración detallada de iniciativas, considero que es importante señalar que España es hoy el principal cliente y proveedor de Portugal y un importante inversor en mi país. Por otro lado, España es actualmente uno de los principales destinos de la inversión portuguesa en el exterior, absorbiendo, en 2005, más del 25% de nuestra inversión directa. El año pasado, España exportó a Portugal más que a todo el continente americano, y más del triple de lo que exportó al conjunto de países de la ampliación. Con un octavo de la población de Alemania, Portugal detenta una cuota casi equivalente a la de aquel país en la pauta española de exportaciones.

En el campo cultural, al éxito de las innumerables iniciativas que se van sucediendo, se suman indicaciones extraordinarias. En los últimos 25 años, se tradujeron en España más obras de autores portugueses que en cinco siglos de historia. Subrayo, asimismo, por su valor estratégico, la inauguración, el pasado año, del Centro de Lengua Portuguesa en Madrid, así como la enorme expansión de la enseñanza del portugués en España, y del español en Portugal.

La apuesta por la cooperación en las áreas de Educación y de Investigación e Innovación Tecnológica comienza a ganar una dinámica positiva, como se constata gracias al acuerdo de colaboración con el Instituto de Tecnología de Braga. Considero, además, que el aprovechamiento del potencial de desarrollo de proyectos conjuntos en este área acaba de empezar, y es imperioso que, a través de las empresas, Universidades y Centros de Investigación, se promuevan acuerdos de colaboración para mejor preparar nuestros países para el reto de la competitividad global.

Esta convicción me llevó a invitar, para integrar mi comitiva, a jóvenes científicos y empresarios de las áreas de la innovación tecnológica y de la biotecnología. No dudo que, incluso para quienes acompañen de cerca la evolución de la sociedad portuguesa, la excelencia del trabajo de estos jóvenes y el reconocimiento del que disfrutan internacionalmente constituirán una grata sorpresa. Mañana, tendré la satisfacción de participar en un seminario, promovido por las COTEC de España y Portugal, dedicado precisamente a la cooperación hispano-lusa en el dominio de la innovación científica y tecnológica.

Creo que mantiene toda su actualidad la afirmación pronunciada en el V Encuentro del Foro Hispano-Luso, en 2004, según la cual “las relaciones entre España y Portugal se desarrollan actualmente en un marco difícil de imaginar hace tan sólo unos años. La situación actual permite que las administraciones públicas, las entidades privadas y los particulares puedan estrechar lazos y emprender iniciativas de colaboración en un clima de mutuo respeto, entendimiento y naturalidad.”

Majestades,

Frecuentemente se hace referencia a las indudables ventajas que España y Portugal han obtenido tras su ingreso en la Unión Europea.

No obstante, y es bueno subrayarlo, el ingreso de España y Portugal en la UE también constituye un enorme valor añadido para Europa.

La política exterior europea se ha visto beneficiada con nuestros conocimientos y relaciones privilegiadas con un gran número de países dispersos por los cinco continentes. Las relaciones con África, con América Latina – en Portugal tuvo lugar la primera reunión ministerial UE-Mercosur – con Asia – fue durante la Presidencia portuguesa que nacieron, por ejemplo, las Cumbres UE-India – con el Mediterráneo – léase el proceso de Barcelona – ganaron una dimensión que antes no existía. La ampliación bien sucedida hacia España y Portugal constituye una lección para las demás ampliaciones que le siguieron. Nuestra aportación en iniciativas fundamentales como la Agenda de Lisboa, es prueba de la credibilidad de nuestro empeño en el proceso de integración.

Actualmente se plantean importantes retos a nuestros dos países, a Europa y al mundo.

Creo que España y Portugal, por su pasado, por el entramado de relaciones que han sabido tejer, tienen responsabilidades añadidas en la búsqueda de un mejor entendimiento entre los pueblos. Encontrar una respuesta eficaz a problemas como el terrorismo internacional o la inmigración ilegal deberá constituir una de nuestras prioridades comunes.

Ha sido una constante de la política exterior portuguesa la preocupación por la ayuda al desarrollo. Sólo el desarrollo económico podrá llevar a que poblaciones de “los olvidados de la Historia” dejen de buscar nuestros países como una solución para un futuro mejor. Portugal ya es hoy día uno de los mayores contribuyentes per cápita en ayuda al desarrollo, gracias a los subsidios oficiales y a la aportación de la sociedad civil.

En el marco de inseguridad que el terrorismo internacional viene provocando, tenemos muy presente la imagen de dignidad del pueblo español, cuando, ante la tragedia del 11 marzo, e independientemente de cualquier connotación política, dijo al mundo todo lo que debía ser dicho: el dolor, la revuelta, la indignación, pero también la creencia indefectible en los valores de la paz, tolerancia y democracia. Ése es el camino. Nada justifica el terror y nada justifica que se ceda ante el chantaje.

Mañana, tras la visita al Ayuntamiento de Madrid, mi mujer y yo nos desplazaremos al Retiro para allí rendir nuestro homenaje, que es el de todo el pueblo portugués, a la memoria de los que pagaron con su vida, en España, como también en muchos otros puntos del mundo, el precio de nuestra opción por la tolerancia, por el diálogo y por la dignidad humana, en contra del terror y la barbarie.

Majestades,

Nada de lo que ocurre hoy en Portugal es irrelevante para España, y nada de lo que ocurre en España es irrelevante para Portugal. Esta es la realidad de nuestras relaciones. Sepamos hacer de esta realidad la garantía de un futuro de cooperación cada vez más estrecha y fructífera, para el bien de ambos pueblos y países.

Permítanme que brinde a la salud y felicidad de Su Majestad, y de Su Majestad la Reina Doña Sofía, y a la excelencia de las relaciones entre nuestros dos países. Que constituya siempre un motivo de orgullo para ambos pueblos y un ejemplo para las demás Naciones.

Muchas Gracias